Siempre que alguien trata de
retrotraerse en el tiempo por una inclinación natural surge la casi odiosa
comparación: parecería que antes hubiera sido todo mejor. No es materia de este
trabajo hacer un análisis de esta realidad, pero en lo que respecta al fútbol
en el tiempo se ha podido ir rescatando el pasado y parecería que fueron
mejores los primeros pasos del fútbol paranaense. Todo era más rudimentario,
los escenarios de juego eran primitivos, los elementos insuficientes, la misma
técnica de juego no era refinada, sin embargo siempre los memoriosos han
acudido a esta etapa primigenia para situarla como la mejor de todas las
épocas.
Estamos demasiado lejos para
analizarla con mayor objetividad. Cien años no han pasado en vano y no hace
falta tener gran imaginación para situarse en los partidos de fútbol de
aquellos tiempos…cuando hace un siglo había en la ciudad una o dos canchas reglamentarias
y los jóvenes estudiantes fueron poco a poco popularizando su práctica.
Fueron precisamente estos jóvenes los
que formaron los clubes; era su entusiasmo, su espíritu deportivo, sus energías
dueños absolutos de las incipientes instituciones, algunas de las cuales aún
sobreviven. No podemos imaginar clubes más que como grupos de entusiastas
deportistas, sin sedes, sin instalaciones, con una pequeña masa de
contribuyentes, que hacían nacer la pasión futbolera domingo a domingo en los
campos de juego. Recién dos décadas más adelante los jugadores comenzaron a ser
“los señores” de los clubes, mucho de los cuales ya comenzaban a recibir
remuneraciones.
Al principio, los jugadores eran los
propios fundadores que se ofrecían para integrar si se hiciera necesario todas
las divisiones, los que fomentaban la compra de su vestimenta realizando, por
ejemplo, funciones literarias o teatrales en las que la sociedad capitalina
participaba con gusto para ayudarlos. Estos jóvenes se prestaban los elementos
unos a otros para poder formar las bravas escuadras y se puede confirmar que en
varios casos fueron autorizados a jugar de alpargatas, a falta del calzado
adecuado. No hacía falta ir a buscarlos, a rogarles para que se presenten a
jugar, practicando un amateurismo puro.
¡Cómo resistir la tentación de
ubicarse imaginariamente al costado del Campo Candioti (actualmente los talleres de la D.P.V. y la Escuela de Comercio N° 1 o de la Feria Rural de
enfrente (hoy la Terminal de Omnibus) para observar a aquellos pioneros que corrieron tras la pelota “de
tiento”, la “Mac Greggor” traída desde la lejana Inglaterra en los primeros
encuentros de Paraná –Estudiantes, Talleres Unión – Paraná, etc.!
No había necesidad de alambrados, la
gente aplaudía los goles de ambos equipos con igual intensidad, no había
insultos a jugadores ni a referees, concurrían las mejores familias de la
sociedad paranaense, no faltaba la belleza femenina de hermosas señoritas, los
¡hurras! del comienzo eran una ceremonia y la calidad propiamente de los
jugadores era extraordinaria. Así nació popular la practica futbolística…y, a
cien años ¿qué es lo que realmente pasó?...posiblemente en el correr de estas
páginas podamos recrear algunas razones ¡qué las hubo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario